Ya en cines, el desquiciante mundo sobrenatural de El Mono.
- Aide Ortega
- 21 feb
- 2 Min. de lectura
Por Daniel Flores
El director Osgood Perkins regresa a la cartelera mexicana con El mono, cinta basada en un cuento del maestro del horror, Stephen King. El vástago del icónico actor, Anthony Perkins (Psicosis), triunfó el año pasado con otro producto de terror, Longlegs, por ende se esperaba un resultado interesante para este 2025 con la suma de talentos Perkins + King. Y afortunadamente, así sucedió, aunque para ser precisos, quiénes más gozarán del filme son los fans del escritor, ya que esta adaptación se siente como una de sus historias, en especial de su primera etapa en las décadas de los setenta y ochenta, cuando creaba atmósferas desquiciantes en torno a lo sobrenatural.
La trama gira en torno a dos hermanos gemelos, Hal y Billy (Thoe James), quienes siendo niños, para superar la muerte de su padre, deciden investigar más sobre él, entrando al cuarto de la casona donde mora esta familia. Ahí encontrarán un mono de juguete, en apariencia inofensivo, sin embargo, cuando el muñeco redobla su tambor, muertes descabelladas ocurren sin previo aviso.

Al crecer, los consanguíneos se alejan uno del otro, esperando dejar atrás los trágicos sucesos acaecidos tras el descubrimiento del mono, pero la maldición del juguete volverá a desatarse cuando entre en escena, Petey (Colin O’ Brien), el hijo pre-adolescente de Hal, quien tendrá un papel clave para desentrañar los misterios del mono.
La narración con voz en off en primera persona durante la primera media hora de la película remontan al conocedor de Stephen King, a su tipo de forma de contar historias, además que El mono se desarrolla en un pueblo casi rural de Maine, estados Unidos, donde todos se conocen, de tal suerte, que lo afecta a uno termina afectando a todos. Los personajes solitarios y con un desorden en sus vidas, así como las familias disfuncionales con muertes dramáticas por parte de alguno de los padres, son ingredientes inequívocos de una ficción kingniana.

Osgood atina en colocar un elemento que casi no usa el buen Stephen en sus libros, el del gore extremo, situación que agrega una dosis de humor negro a este cuento fílmico.
Comments